Educar es prevenir

El principio de prevención reclama que se intervenga antes de que se produzca el hecho conflictivo. Conlleva una actuación anticipada, en cualquier ámbito de la vida, con la finalidad de evitar que surjan problemas. En la literatura al respecto se citan tres tipos de prevención, si bien, la verdadera es aquella que se produce ante factum, es decir, ates del hecho o suceso no deseado. Estos tres tipos de prevención son:

Prevención primaria: actúa antes de que surja el problema.

Prevención secundaria: actúa en cuanto aparece el problema.

Prevención terciaria: actúa ofreciendo tratamiento y rehabilitación ante el problema ya desarrollado.

De las anteriores nos basaremos en la que nos interesa, es decir, la auténtica prevención, la primaria. Esta suele dirigirse a la población en su conjunto y tiene como objetivo la máxima integración ecológica entre el sujeto y el ambiente. Conyne (1983) la caracteriza así:

Es proactiva.

Se centra en las poblaciones.

Reduce la incidencia de una situación.

Elimina circunstancias o modifica condiciones ambientales.

La intervención puede ser directa o indirecta.

Estimula la fortaleza emocional para que la persona sepa afrontar situaciones que conllevan riesgos.

La puesta en práctica de este principio exige estrategias de actuación encaminadas a trabajar con el grupo de alumnos y alumnas, pero también, con los familiares o tutores legales, con el profesorado y con la comunidad. (Sanchiz, 2008/2009).

Por lo anterior es necesario que este tipo de prevención se lleve a la acción, ya que, desde el punto de vista de algunos autores, es básico que se implemente en diferentes contextos de la comunidad, pero dando una peculiar importancia en el ámbito educativo, en especial, secundaria, que como es bien sabido, se encuentran sujetos (adolescentes) vulnerables a distintos tipos de enfermedades, conflictos y carencias.